Lo que nadie te contó cuando abriste (o empezaste a trabajar en) una farmacia
Hay un momento silencioso en la vida profesional de un farmacéutico que casi nadie verbaliza.
No ocurre el día que acabas la carrera.
Ni cuando abres la farmacia.
Ni siquiera cuando empiezas a trabajar a pleno rendimiento.
Ocurre un martes cualquiera, a media tarde, cuando te das cuenta de que sabes mucho… pero nadie te enseñó a decidir.
Decidir qué recomendar cuando hay demasiadas opciones.
Decidir a quién escuchar cuando todos hablan con seguridad.
Decidir cuándo decir “esto no lo necesito”.
Decidir cómo proteger tu criterio sin aislarte.
La carrera enseña conocimientos, no contexto
La formación universitaria te da base científica, pero no te prepara para:
-
la presión del día a día,
-
la avalancha constante de información,
-
la convivencia entre ciencia y negocio,
-
la responsabilidad de decidir rápido… y bien.
La realidad profesional empieza cuando nadie te dice qué hacer y todo depende de tu criterio.
La soledad profesional existe (aunque no se hable de ella)
Muchos farmacéuticos viven una sensación compartida:
“Tengo que decidir sola, y no siempre estoy segura de si lo estoy haciendo bien”.
No es falta de capacidad.
Es falta de espacios donde pensar, contrastar y ordenar.
El verdadero salto profesional
El crecimiento real no llega cuando sabes más activos, sino cuando:
-
aprendes a priorizar,
-
entiendes el contexto del paciente,
-
filtras información,
-
decides con calma incluso en entornos rápidos.
Ahí empieza la verdadera profesión.
Ser farmacéutico hoy no es solo saber.
Es saber decidir.
Y eso también se entrena.

Deja una respuesta